jueves, 23 de abril de 2015

Áspera

Hasta ahora todo había sido una tortura indecible en su vida. Tenía cincuenta y había arruinado dos matrimonios, sus hijos no lo llamaban y vivía en un cuarto miserable sobrevalorado. La cuenta del gas estaba en la mesa y la arrojó al suelo cuando deslizó por su cuello la fibrosa cuerda.
-Mierda -dijo cuando sentía la rudeza de la fibra. El empleado de la ferretería  le había asegurado que de aquella cuerda podía colgar un auto compacto sin dificultad, pero dolía cuando se apretaba el nudo.
Llamaban a la puerta.
El cuello le ardía, pero sus pies estaban sobre la mesa. Intentó voltearla, pero no llegaba a la orilla.
-Abra -su casero insistió, tocando la puerta.
El nudo apretaba y no le salían las palabras. Sus pies buscaban el extremo de la mesa.
-Lo oigo. No me tome por estúpido.
-N... no... Pu...e...
-Está borracho de nuevo. ¡Tiene para guaro y no para pagarme!
Introdujo la llave, pero el pasador, por dentro, crujía cuando la podrida madera era azotada.
Consiguió tirar la mesa. Ahora crujió la viga y cayó. Su casero rompió la madera del pasador.
-Espero que pueda con el gasto de la reparación. ¡Viejo mierda!




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