SARAH
—Sarah saldré hoy.
—No es un buen día. Las probabilidades de lluvia son de 83%,
con vientos de 465 kilómetros.
—Acompáñame.
—No tengo configuración de fuerza extra. Sería ineficaz.
Como cualquier joven con ingresos fijos, me había comprado un
androide de la línea SARAH (Sistema Autónomo Racional de Asistencia Humana)
hacía unos años, y mis padres me criticaron. Por pereza no le di nombre,
simplemente Sarah, de fábrica.
Trabajaba a distancia, y las cuatro horas que pasaba
cumpliendo mis obligaciones, Sarah se ocupaba del aseo. Estaba atenta a mis
necesidades y se adaptaba muy bien a las variaciones de mi carácter. Mi vida
había mejorado sustancialmente desde su llegada. Incluso me advirtió que
Patricia no me amaba, y me salvó de un desastroso divorcio.
—¿Vendrás a visitarnos?
—No esta vez, madre, tengo pendientes. Será el otro mes.
—Nunca vienes. Ya estamos viejos, sabes, no siempre
tendremos ciento veinte años, además es el cumpleaños de tu padre.
—De hecho, la frecuencia de las visitas es de 44,6 días, y
será la primera vez que no estará presente en el cumpleaños de su progenitor.
—Otra vez esa maldita máquina. Que se marche o finaliza la
comunicación.
—Sarah, por favor espera afuera.
Como debía hacerlo, Sarah salió en silencio. Logré tranquilizar
a mi madre y le prometí, al menos, una visita al mes.
Sarah estaba en su puesto de recarga. Al verme me preguntó
si había causado problemas, le aseguré que todo lo había hecho perfectamente, y
que mi madre no tenía derecho a hablarle así. Eso pareció gustarle. Con el
tiempo adquiría los gestos y las actitudes que la hacían más humana, lo cual
era un gran acierto de diseño.
—El próximo viernes serán cinco años desde mi
activación.
—Vaya, cinco años, has durado más que cualquier hombre o
mujer en mi vida. Creo que ni mis padres han estado tanto tiempo conmigo.
—Fue ingresada al Sistema Formativo Preescolar de tiempo
completo a los 4,23 años.
—Entonces, sí. Oficialmente eres el ser inteligente que más
tiempo ha estado conmigo. No cuenta Max, un perro no es inteligente.
—Max vivió 12,08 años.
Le hice un regalo a Sarah el viernes. Compré la
actualización de inteligencia emocional en el centro de servicio.
Me ha acompañado hoy al funeral de mi padre. Nadie la
reconoce: he hecho que le sustituyan el polímero estándar por piel. Ahora es
María del Pilar; mi madre está encantada.
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