domingo, 5 de enero de 2020

Teresa

Un poco de astucia es buena para salir de un problema. (Día 5)

Por cierto, antes que me apedreen, no defiendo la violencia en ninguna de sus formas, y menos contra la mujer. Esto es sólo un relato.

En el apartamento vacío, tres copas, pero sólo dos cadáveres. debía hacer algo, y pronto.
Las copas están vacías, y el veneno era suficiente para que no duraran demasiado.
La coartada no era la mejor, pero sí la recordarían en el supermercado, y aunque había presumido que venía de hacer ejercicio en el bosque, cualquier investigador con un mínimo de inteligencia encontraría su participación. Debían ser tres muertos, y no uno buscando ayuda para sus amigas envenenadas.
Cambió la botella por una nueva, derramó todo el resto de la envenenada y las tres copas que debían hacer falta de la buena. Limpió sus huellas de las dos botellas, llenó una con thiner y le colocó un rótulo con cinta. Cuando terminó de dejarla junto a la pintura, llamó a la policía. En la Escuela de Arte aprendió a modificar a voluntad su voz y a llorar.
Unos minutos después apareció Francisco.
-No has podido asesinarme a mí.
-Acabo de regresar del bosque y encuentro a Miriam y a Carmen en el suelo. ¿Qué les has dado?
-¿Yo? ¡Asesina! ¡Si no hubiera atendido esa llamada estaría también muerto, pero cuando regresé del balcón estaban agonizando!
-No me acuses, Francisco, ya he llamado a la Policía y tendrás que pagar.
Francisco intentó sujetarla, pero se salvó por poco, y consiguió salir del apartamento y colarse en el del vecino, que entraba con sus compras.
-Me quiere matar.
-Tranquila, llamaré a la Policía.
-Yo lo había hecho al verlas muertas. No sé qué le pasa. Por favor, no lo deje entrar.
Francisco escuchó las botas de los agentes en las baldosas de la entrada y dos patrullas bloquearon la calle. Golpeaba la puerta del vecino con insistencia, exigiendo que saliera y diera la cara por sus crímenes.
En las afueras del juzgado tres movimientos feministas se presentaron durante todo el juicio. Francisco fue condenado por la muerte de sus dos amigas y el intento de asesinato. Los periódicos celebraban los avances en la aplicación de justicia y que se protegiera a la mujer de sus agresores. Francisco siempre alegó inocencia, pero muchos habían visto a Teresita, la sobreviviente, trotando en el bosque, y después en el supermercado; también vieron al asesino salir corriendo a la calle y después, regresar para encubrir su delito.
Sólo Teresa sabía dónde estaba escondido el joyero robado, que encontraron oculto en la mansión que restauraban los cuatro.

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