viernes, 10 de enero de 2020

Necropsia

La hermosa Luna de esta noche me sugirió escribir sobre licantropía, pero hoy no le he obedecido, preferí un relato sci-fi.

Gracias por leerme.

Realizó el examen externo: sin signos vitales ni respuesta a estímulos lumínicos, no había rigidez cadavérica, a pesar de que el forense del Ministerio Público había declarado la muerte a las 06:00 horas, quizás el congelador influía. No tenía manchas hipostáticas.
Reportó una coloración azulada en el interior de la boca y en el interior de la nariz, y una amputación de tres dedos de la mano izquierda. Encontró una anomalía en las costillas: estaban ensanchadas y daban al torso una sobredimensión, que se repetía en el fémur y el húmero.
Marcó una Y en el pecho, con cuidado por la deformidad, y comenzó a cortar. Se movió un poco. Siempre se movían, ya no lo impresionaba. Sus veinte años de carrera no lo prepararon para lo que vería: Comenzó la disección del cuello, y encontró una formación que calificó en la grabación como branquial. La sangre lo abandonaba, pero, ya movido por una imperiosa necesidad de descubrir la naturaleza del cadáver, omitió el cuidado necesario para acceder a la lengua. Encontró unos músculos muy fuertes, que seguían al maxilar, dividido en dos partes, y expandió todo cuanto pudo aquella mandíbula doble. La piel, a pesar de la hora de la muerte, era flexible y no había perdido elasticidad.
Abrió el pecho, ahora no sabía qué esperar. Una enorme masa branquiforme tenía implantado un objeto extraño, fabricado en un metal purpúreo, atravesado en el acceso a lo que serían sus pulmones. No había nada parecido a un corazón.
Salió de inmediato. Hacia la morgue se acercaban tres personas. Sus espaldas anchas y los cuellos gruesos le recordaban mucho al cadáver. Llevaba en la bata la grabadora de microcassete que se negó a dejar en desuso cuando todos registraban en medios digitales. Estaban a punto de alcanzarlo, y sólo arrojó la cinta al lado del caminamiento.
-Ya lo sabe.
-Cumplamos el protocolo de contención.
-No sé nada. He salido al baño. Si están perdido, con gusto los oriento.
-Podemos leer su mente, doctor Sánchez.
Una carroza esperaba en la oscuridad. Una pistola estaba presionada contra sus costillas. Introdujeron el cadáver a la carroza y salieron por la puerta abierta de Mantenimiento.
El guardia no sabía lo que pasó aquella noche. Fue a la cafetería porque de pronto le dio mucha hambre, y al regresar, el portón estaba abierto.
Un conserje encontró la grabación. La palabra “humano” no estaba en su informe.

No hay comentarios:

Las fotos de la cajita

De vuelta al confinamiento. No había más qué hacer que esperar a que terminara la pandemia. La puerta de junto al baño la seguía hostigando,...