jueves, 30 de enero de 2020

Sobrevivir

De mi primer novela, éste sería algo así como un webisodio, o algo así.

Gracias por su lectura

Se despertó sin motivación. No tenía por qué levantarse aquel domingo. Diana estaba con su papá. Se había ido en la madrugada su amiga; ella no recordaba, estaba ebria. Rafael había sido un esposo ausente y no esperaba nada de él, pero le hacía falta. Cada vez menos, pero le hacía falta, y comprendía que la ausencia de él, ahora completamente real, fue siempre una constante en su vida.
Las botellas de la noche anterior se acumulaban en la sala. No podía creer que había tomado tanto, y menos que a las diez de la mañana pudiera estar en pie.
En el móvil tenía muchas llamadas perdidas de Rafael, pero ninguno de los mensajes era de Diana, así que quien le había marcado era él, y podía peligrar Diana. Estaba segura de que no tendría ninguna relación con el narcotráfico, era cuidadoso con eso, pero él nunca la llamaba más de dos veces. Intentó llamar, y una voz robotizada le informó que las líneas estaban saturadas. Consiguió oír uno de los mensajes del buzón de voz; sin internet, el Whatsapp no funcionaba.
Encendió el televisor y lo poco informado era confuso. Muchos hablaban de los ataques de rabia, y la cantidad de muertos reportados era cada vez mayor, y más si se contaban los que aparentemente morían y regresaban. Podía ser por el OX administrado. Esa medicina había salvado a muchos al darle al cerebro la oportunidad de seguir trabajando cuando casi no había circulación sanguínea.
Intentó salir del apartamento, pero un sonido sospechoso se reverberaba en sus oídos, amplificado por la resaca. Rafael le había advertido, y casi rogó para fuera con ellos, pero no quería nada con él, y menos si era siguiendo una de las locuras de ese narcotraficante sanguinario que fue su esposo.
No podía ser cierto. Era tal y como le había dicho Rafael. El hombre estaba intentando abrir la puerta de enfrente. Tenía un machete ensartado en la espalda y casi no podía mantenerse en pie, pero ni la dosis más alta de OX podía tener en pie a un muerto.
Al retroceder botó un florero y el hombre comenzó a golpear la puerta.
Tres días después, cuando salía, armada con algunas cosas que encontró en la cocina descubrió que la soledad puede enseñar mucho de sí mismo, como por ejemplo, que no estamos tan solos... especialmente cuando la vida está en juego.

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