domingo, 9 de febrero de 2020

Desdichadas

-De todas seré yo la más desdichada. Ha debido marcar mi futuro la  perpetua deshonra y, de todos los hombres de este decadente mundo, mi tez y mi porte, la gracia y la belleza, mis penas impuestas, me han dado al más brutal y demente marido.
-Señora, es mejor que no siga. No aquí, no resista a mi mano, confiar no podemos en los oídos de estos guardias leales... y le susurro ...al tirano, a su demente marido.
-No tengo más que perder que mi vida y ya no vale nada.
-Sigue siendo la dueña de todo. Es mejor que me siga, así que le ruego comience a caminar conmigo a donde sus palabras no me condenen. Yo no soy nada, pero sí una sustituta para vengarse de la dueña de todo.
-La dueña de nada: de un desierto que fue océano y de desnudas montañas que bullían de vida y verde.
-Usted es afortunada y no ve el hambre, la sed o la lucha para ver de nuevo la luz después de la noche.
-Mi vida es la noche. Tampoco conoces el hambre, la sed o el frío y la muerte, y eso es gracias a mí, que te protejo con mi manto teñido con la sangre de estos infelices.
-Mi señora, soy viuda de un miliciano del Salar, y tampoco temo hablar. Con dieciséis me trajeron cargada de cadenas, como un regalo a su madre.
-¿El destino nos hermana? ¡Dime Alba y no señora, mi hermana!
-He podido vengar con su sangre la de mi padre y mis hermanos, las de mi marido, y no he podido.
-No has querido, hermana Marcela, porque me ves también esclava y entregada contra mi voluntad, mis cadenas son tan pesadas como las tuyas y además, debo sonreír y ser una reina, cuando quiero llenar de su sangre esta cama.
-Nada la detiene y tiene también mis dos manos, si las suyas no son suficientes o tiemblan en el momento más inoportuno.
-Al fuego, mi amante prohibido fue condenado. Si tus palabras tienen la mitad de la verdad que tus obras han demostrado, tendré la fuerza para tomar este reino de sol ardiente y noches congeladas y nuestras venganzas estarán  completas.
-Desliza la muerte mi señora Alba, lentamente, que nadie te señale, poco a poco, en su grotesca bebida.
-Desde ahora eres mi consejera y luego, gran magistrada, por tu palabra acertada.

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