jueves, 9 de abril de 2020

Recuperando las fuerzas


--¿No quieres hablar de lo de ayer?
--No tengo nada qué decir.
--Pero has estado en el lago con Francine mucho tiempo. Sabes que no es bueno que un hombre casado dé motivos a las malas lenguas. La señora O'Billins me ha dicho en el desayuno que la madre de la señorita no la reprendió en público por no avergonzarla.
--No veas más de lo que hay. Quería su punto de vista sobre la novela que estoy trabajando. Es una gran lectora.
--Solo digo lo que me han dicho.
Sí, necesito hablar de esto, pero Judith es amiga de Elizabeth y la carta iría en el correo expreso hoy mismo. Prefiero guardar silencio mientras puedo dejar sin mayor repercusión este asunto.
Hace un tiempo estoy fuera de la ciudad y me ocupo de los negocios desde aquí sin dificultad, salvo cuando alguien viene de visita, y debo ser anfitrión antes que crítico literario. Judith se ha comprometido a llevar mi último trabajo, y ahora debería estar terminando de eliminar ese tono satírico que tiene, pero no encuentro la forma de no burlarme de un texto tan mal logrado. El señor Robertson está perdiendo el buen ojo como editor y espero que no sea tarde para evitar que llegue a la imprenta esta novelita.
He regresado de la estación del tren y le he asegurado a Judith que todo es una confusión, y que lo aclararía, si tenía oportunidad de hablar con Francine y su madre de nuevo, pero tengo demasiado por leer y casi estaré recluido en el estudio.
Elizabeth supo lo del lago demasiado rápido. No podía esperar menos. Tres días después he recibido la carta de Robertson. Judith agregó mucho, y ahora tengo una segunda carta de Elizabeth.
“Querida Elizabeth:
Te hice un juramento de fidelidad que solo se puede romper cuando Nuestro Señor nos lleve a su presencia. Tus palabras son solo el resultado de la mala voluntad que otras personas tienen en nuestra vida.
Mi salud ha mejorado mucho y el aire del campo ha restablecido mis pulmones como el doctor lo predijo.
Pronto podremos estar juntos nuevamente.”
Francine lee la carta y me recomienda escribirla de nuevo. Tiene razón, es muy parca y fría. Al regresar me ocuparé de eso. Hace una tarde hermosa y no quiero perder tiempo. Doblo el papel y sigo remando mientras Francine sonríe.

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