lunes, 27 de enero de 2020

Bruja

Una de las variantes del feminismo que me atrae mucho es la revalorización de las mujeres que fueron asesinadas por ser inteligentes. Es algo que no se debe olvidar, porque tampoco se debe repetir nunca más.

El hombre con quien consiguió congeniar a fuerza de quedar atrapada, había fallecido en una reyerta tan inútil como insensata. Ahora quedaba sólo ella, y sería sólo cuestión de tiempo que las autoridades eclesiásticas o del señor llegaran a la casa a reclamar la propiedad de todo lo que quedaba en la casa y a invitarla a entrar al convento de la Caridad como correspondía a las viudas de la larga guerra del señor con su hermano el Conde.
Atendía con toda la naturalidad que podía las inoportunas visitas que la privaban del valioso tiempo que necesitaba para continuar sus estudios y sus experimentos, y trataba de presentarse como correspondía, con el duelo y la resignación, ocultando su verdadero sentimiento de rabia contra aquella gente que la reprimía y que la convertía en una sirvienta.
A falta de papel de buena calidad se hallaba aquella mañana fabricando con viejas prendas una pasta que pudiera aplastar y le sirviera de soporte para sus estudios, para ensayar las posibilidades que le hacían falta explorar antes de dar por perdida la oportunidad de conseguir escapar de la esclavitud que significaba ser mujer en la ciudadela.
Una vieja se fue con la idea de que la pobre viuda estaba perdiendo la razón y ahora maceraba las camisas del marido para hacer alguna cosa que no comprendía bien, pero tampoco le importaba. Otros vecinos se acercaron después de que se dispersó la noticia de que la viuda cocinaba la ropa porque la tristeza la mataba. Otros agregaron que nunca salía de casa más que para comprar algo de comida y regresaba rápido, que ahora, la normanda estaba completamente fuera de sus cabales, porque la oían recitar en su idioma extraño cosas que nadie entendía.
Pronto los sacerdotes que oyeron eso, la visitaron y la hallaron muy lejana de la fe, muy distraída y con una histeria que la hacía peligrosa para ella misma. En unos días la obligaron a abandonar la casa, y, en menos tiempo, cuando requisaban todo para el señor y para la Iglesia, encontraron los cálculos que hacía, las montañas de legajos de cálculo avanzado, los artefactos que había construido para intentar regresar al siglo XXI, y que estaba a punto de perfeccionar.
Acusada de brujería, torturada e incapaz de explicar a los inquisidores enviados por el rey de Aragón, ahora las manos le temblaron al sentir las miradas ardiendo sobre ella.

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