martes, 14 de enero de 2020

Finalista

Día 13 (sí estoy atrasado un día)

Me siento genial, soy libre, y todo estaría perfecto si pudiera recordar de quién es la sangre que mancha mi espada.
La luz me hiere los ojos. Estoy cansada y no sé dónde me encuentro. Me inyectaron un estimulante para continuar trabajando en los movimientos finales. Los entrenamientos para el Torneo se hacen más intensos, y más cuando se cuenta con uno de los mayores productores de estimulantes como patrocinadores.
Claro que apostar por mí ahora es rentable, en especial porque es algo acumulativo. Doble o nada en cada ronda. Cuando comencé, cuando veían a una niña de quince, flaca y sin oportunidades. Gané la primera ronda, más por suerte que por habilidad. Me gustaron tanto las gladius de mi contrincante que dejé el hacha ensartada en el cuerpo sin vida, y alcé las dos gladius haciendo una tijera antes de decapitarlo. Sólo las ganancias que mi padre recibió por las primeras tres rondas fueron suficientes para que mi muerte valiera: podrían sacar del servilismo a mis hermanos mayores.
Para la cuarta ronda ya tenía tres corporaciones negociando con mi padre. Le compraron los derechos publicitarios de mis entrevistas y le pagaron el riesgo de las siguientes tres rondas. Me pagaron un entrenador y desde hace tres meses he comido muy bien. Seguramente creerán que estaba estimulada desde la primer batalla, pero hasta la sexta no quise refuerzos.
Esa sexta batalla ha sido la más dura. Sin drogas habría muerto antes de la primera hora. El sujeto era un gigante tuerto, un enfermo mental tuerto sin miedo ni piedad. Cuando comencé a moverme no pude acercarme sin riesgo de que sus látigos me hicieran daño, pero encontré la forma de agotarlo, aunque nos habíamos herido un poco. La zona más segura era cerca de sus piernas, con la esperanza de que sus armas fueran ineficaces. En el quinto sexteto me dañó seriamente la armadura, sin oportunidad de reemplazo, y una de las espadas estaba ensartada en su espalda alta.
Le costaba respirar. A veces escupía sangre. Era lo que esperaba. Lo llevé en los últimos momentos a la zona baja del público y sus largos látigos arrastraron a un espectador. Conseguí saltar hasta colgarme de su cuello y arranqué el único ojo. Los jueces me dieron el triunfo.
-¿Cómo lo has conseguido?
Cuando salgo, diez guerreros estaban muertos. No era una simulación. Un combate más. Gané el pase a la final.

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