viernes, 17 de enero de 2020

Trincheras

En el día 16, regresamos a los noventas. Gracias por su lectura y recuerden que se pueden suscribir a este humilde blog.

En 1993 las fiestas aún eran dirigidas por dj´s que vieron mejores años en los setentas, así que no era raro que una de las habilidades de supervivencia social era poder bailar disco. Ese no era mi caso. Aquella fiesta me sorprendió cuando tenía trece años.
Había dos grupos bien diferenciados en el salón del Instituto. Los hombres evitábamos vernos, mientras del otro lado las mujeres intentaban mover los hombros para seguir el ritmo, y algunas lanzaban miradas furtivas al otro bando.
-¿No van a bailar? ¿Creí que habían muchos solteeerooos?
Sí. Éramos solteros. ¿Qué se creía? ¿Quién se atrevería a cruzar la tierra de nadie desde su trinchera? No. Con la Lambada menos. No era una canción para adolescentes asustados... El General... eso sí lo podría bailar, sí me la sabía.
No es extraño lo que sigue, si alguien se atrevería a romper el baile, era una niña, siempre jalaban a su mejor amiga y poco a poco, a la media hora de comenzado la fiesta, se atrevían algunas personas. Ella no le dio la mano a su amiga. Me veía. O no... no me veía a mí. No podía hacerme eso. Ser amiga de mi hermana no le daba derecho de humillarme así.
Lucía muy bonita cuando caminaba al ritmo de la música, pero veía sus ojos malvados clavados en mí, y pronto los que estaban cerca de mí se dieron cuenta y me comenzaron a empujar, mientras resistía con todas mis fuerzas. El salón de aquel instituto de señoritas era ancho, pero no lo suficiente. Lo cruzó muy rápido.
Entonces tendió la mano hacia mí y con una brillante sonrisa preguntó "¿Bailamos?"
Las luces de colores giraban y el dj celebró con un insulto a mi masculinidad. No tenía opción.
Apenas dejamos de bailar dos o tres canciones juntos, hasta que a las seis de la tarde comenzó a sonar la canción de Hombres G y a ritmo de "Voy a pasármela bien" se fue vaciando el salón.
Pocos pueden presumir de haber conocido el amor de su vida cuando eran aún muy jóvenes. En 1993 apenas había dejado de ser niño, pero me sentía lo suficientemente mayor hasta que la vi acercarse a mí.
No puedo entender la falta de romanticismo de la directora. Ya le conté la historia dos veces y se niega a rentarme el salón para que pueda bailar de nuevo "El Meneito".

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